Después de meses a mi espacio. Postearé lo imposteable.
Gran parte de culpa ha tenido un productivo y colaborativo blog al que os remito.
A parte de éso, todo sigue igual. Bueno, estoy siendo progresivamente poseída por Madeleine Elster, a raíz de una enfermiza obsesión con Alfred Hitchcock. Además, últimamente hago algo que me parece 'lo más', apuntar en una libreta cada gilichorrada que se me ocurre, a mí o a alguien cercano, así que imaginad los niveles de rayadura a los que estoy llegando. En consecuencia, también soy más organiza y duermo religiosamente ocho horas al día.
En los tiempos que corren, no nos podemos quejar.
Un saludo! Especialmente a ti, Larry, que me lees.

17-2-89
Maddy sostenía con desgana su taza de té, le gustaba más olerlo que beberlo. Tomar té era algo tan bohemio que lo hacía aunque no consiguiese acostumbrarse a su rancio amargor. Le gustaba más el mate, pero era demasiado rural. También prefería el café, tenía más carácter, pero le preocupaba el incipiente color amarillo de su ortodóncica dentadura. El tabaco, además, agravaba esto. Por no hablar del famoso dicho de "café y cigarro, muñeco de barro", que producía en ella un efecto contrario bastante incómodo.


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